lunes, 17 de febrero de 2014

Quito es Quito, mi voto azul y rojo.

 La cuenta regresiva ha comenzado, las elecciones están a la vuelta de la esquina y el futuro de Quito es incierto. La preocupación que me ha llevado a escribir sobre el tema no es precisamente basada en la posibilidad de que Quito alargue el período de un alcalde que no merece el puesto, sino de lo que esto significa.

Se ha creado una ilusión sumamente peligrosa, una que nunca pensé que existiría en Quito.
La ciudad más unida del país, la cual ha demostrado que cuando se mantiene unida, puede cambiar la historia, ha sido dividida en dos. Ahora aparentemente existen dos bandos, donde extremas definiciones de izquierda o derecha han podido separar hasta la más fuerte amistad o lazo familiar.

La razón detrás del por qué es bastante simple de explicar. Un error del partido del gobierno, que desde una posición de extrema autoconfianza decide escoger como candidato a la alcaldía de la capital del país a una persona que desde el punto de vista de la mayoría de los quiteños no supo hacer un buen trabajo.

Este error ajeno, lo hemos pagado todos los ciudadanos de Quito.
Al darse cuenta que se les escapaba la victoria han decidido transformar al rival en el enemigo, utilizando artimañas populistas de muy bajo nivel, llegando a hacer comparaciones con demonios del pasado en la búsqueda de activar el voto miedoso en aquellos que atienden a sufragar menos informados.

Y es que si aquellos que se consideran militantes del partido del gobierno se ponen la mano en el corazón y le quitan la bandera del mismo a su candidato, saben que pierde su voto y el de la gran mayoría de aquellos que se pintan el alma de verde. 

No permitan que ese verde simbolice inmadurez. Tomen una decisión con la cabeza y demuestren a su líder que su trabajo tiene que estar respaldado por el bien de la ciudadanía, y que su deber como militante es asegurarse que cuando un error se comete, este no se repita. Para eso está el voto.

Recordemos a nuestros líderes que no tienen NADA asegurado, y que nadie es dueño del futuro de nuestra ciudad, especialmente si su trabajo no ha estado a la altura de la misma.

Finalmente, vayamos a votar como buenos quiteños que somos, con el corazón pintado únicamente de azul y rojo, de la mano de nuestros familiares y amigos, con los ojos bien abiertos y la frente bien en alto. 
Nunca hemos sido votantes avergonzados de nuestros representantes, no hay partido que valga nuestra dignidad.